martes, 26 de agosto de 2014

peinados de la epoca modernaa

TRAS LAS HUELLAS DE LOS PEINADOS AFRICANOS: DE LA TRADICIÓN A LA MODERNIDAD
Emilia Eneyda Valencia Murraín


Los peinados africanos, al igual que los cortes pericraneales, son más que una simple moda popularizada por artistas y deportistas. Ellos constituyen una de las tradiciones que más huellas de africanía conserva en las Comunidades negras Afrocolombianas, raizales y palenqueras. Tanto los unos como los otros, guardan entre otros, secretos de labores y de planeación de fugas durante la época de la esclavización.

Además de representar una forma de resistencia a los modelos estéticos impuestos por Occidente, ellos y los cortes o peluqueados proveen a muchos hombres y muchas mujeres afrocolombianos-as de su sustento diario.
En ciudades como Bogotá, Cali, Medellín, proliferan ya las peluquerías afro, que se han convertido en los sitios de reunión de los paisanos donde se rememoran las anécdotas de los pueblos, se cogen “chivas” o simplemente se comparte la afectividad, tan propia de los y las descendientes de la madre África.

De igual manera, este arte vivo es exaltado cada año en diferentes regiones del país, a través de encuentros de peinadoras como “Tejiendo esperanzas” en Cali, El concurso temático de Istmina, Chocó o el “Festival de la moña” en Bogotá.

Más recientemente, los talleres de afroestética, han permitido inicialmente reivindicar la importancia histórica, espiritual, cultura identitaria y socieconómica de los peinados afro y, posteriormente, difundir esta práctica ancestral en las ciudades a través de la enseñanza de técnicas y estilos de peinados y manejo del cabello afro en escuelas, colegios y comunidades en general de algunas regiones del país.

¿Pero cómo las trenzas, tropas, gusanillos, guineos, cangas, crinejas o motiaos, que hoy son una apuesta política reivindicatoria de la identidad étnica Afrocolombiana, se han conservado en las comunidades afro rurales? ¿Qué saben las artesanas del cabello sobre los significados de los peinados, sobre su importancia histórica y espiritual? ¿Cómo hicieron nuestras abuelas negras para cuidar su cabello y el de sus descendientes en regiones a donde no llegaban los
cosméticos contemporáneos? ¿Y cómo se ha trasmitido y conservado esta hermosa tradición en las zonas urbanas donde predominan los modelos eurocentristas de belleza?
Estos y algunos otros interrogantes son los que abordaremos en nuestra propuesta, concebida para documentar desde las comunidades negras más autóctonas, la preservación del arte del trenzado y la utilización de la et-no botánica para cuidar y manejar el cabello afro natural.

La idea de investigar sobre los peinados surge por primera vez en 1984 en el seno de del Comité Pro Unión de la Colonia Chocoana en Cali, cuando para la celebración del 5º aniversario de su creación se realiza el primer concurso de peinados, el cual se repitió al año siguiente debido al éxito de la actividad.
Desde allí, y merced a lo que significaba el ejercicio del trenzado para algunas estudiantes provenientes de diferentes regiones del Pacífico, quienes en esa época obtenían ingresos para su sustento, gracias al ejercicio del trenzado, surge la idea de indagar sobre el origen y significado de los peinados y cómo estos se han preservado en nuestras comunidades a través del tiempo.

Gracias al encuentro de peinadoras y concurso de peinados “Tejiendo esperanzas” que se realiza en Cali desde hace 8 años con la participación de peinadoras de diferentes regiones del país, se han podido compartir secretos y trucos sobre el trenzado, así como estilos de peinados e historias de vida de las peinadoras.

De igual manera, los talleres de afroestética que se vienen realizando por todo el país, han propiciado la recopilación de información sobre estas temáticas, lo cual ha permitido develar cada vez más los secretos que los peinados guardan en sus intrincados y caprichosos diseños.
Como resultado de todo esto, a la fecha, se ha publicado un libro con el mismo nombre del encuentro de peinadoras y concurso de peinados “Tejiendo esperanzas” que compendia el resultado de las investigaciones realizadas a lo largo de estos años, y en el cual se encuentran plasmados los diferentes nombres que reciben los peinados de acuerdo con las regiones; su importancia y rol en la liberación de los esclavos así como su utilización para esconder las semillas y /o el oro que asegurarían la libertad y supervivencia alimentaria de los negros y negras cimarrones.
En el mismo se hace también referencia a las clases de peinados según la ocasión; a la historia de las “cangueras“sanandresanas y a la dimensión espiritual de los peinados en San Basilio de Palenque.

En una nueva etapa de nuestra investigación, hemos recorrido algunos municipios de Valle y Cauca para determinar cómo se ha perpetuado esta tradición en algunos de los asentamientos negros más reconocidos como Guachené en donde nos apremia saber cómo y por qué algunos niños y jóvenes varones también saben trenzar y donde encontramos a un joven que hace los mejore “tornillos” vistos hasta la fecha.


Un caso singular lo constituye Villa Rica también en el Cauca, ya que en esta última población se impone la necesidad de indagar por qué existen tantas peinadoras, puesto que en todas las casas hay por lo menos una, de manera que, el ejercicio del trenzado dinamiza la economía de la región; a tal punto que, de todos los rincones del Valle y del Cauca, incluso del Chocó; acuden las clientas a peinarse, pues las artesanas del cabello en este pueblo, han desarrollado técnicas especiales de trenzados y estilos de peinados que van desde los más sencillos hasta intrincadas y magistrales creaciones que elaboran con agujas y adornan con cintas, perlas y un sinnúmero de accesorios que embellecen los peinados.

En ese mismo sentido, Buenaventura en el Valle, aporta su cuota de creatividad con expertas peinadoras que tienen propuestas innovadoras de peinados más modernos y sofisticados que pueden lucirse en cualquier fiesta elegante.
Nos han sorprendido igualmente, las peinadoras de Jamundí ( Quinamayó, Robles y el Consejo Comunitario de Bocas del Palo), donde las amigas se reúnen a reiventar los peinados, a imaginarse nuevas formas de trenzados y nuevos estilos que las hagan verse cada día diferentes.

Ni qué decir de Cali, que por ser la ciudad del país con mayor población afro del país y la segunda de Suramérica después en Salvador Bahía en Brasil, constituye un crisol en el cual convergen personas de todas las regiones del Pacífico colombiano, quienes al emigrar de sus regiones por diferentes razones, trajeron consigo todo un acervo cultural representado en su música, danzas, gastronomía, usos, costumbres, prácticas tradicionales, entre las cuales se encuentra el ejercicio del trenzado.

En Cali, encontramos generaciones completas de peinadoras, como el caso de la familia Canga en el barrio EL vergel, cuya madre e hijas, una de las cuales combina magistralmente sus habilidades como artesana con el arte del trenzado, del cual devengan su sustento las tres.
Encontramos también el caso de ”Las Mosqueritas”, provenientes de Istmina- Chocó, en donde tres de las hermanas alternan sus labores profesionales con la de peinadoras.
Y siguiendo las huellas de los peinados en el Chocó, las peinadoras de esta región en la actualidad, se han dedicado a perfeccionar estilos y técnicas para peinados infantiles como las denominadas “gotitas de lluvia”, que, además de hacer lucir hermosas a las más pequeñas, les hace crecer el cabello ostensiblemente.

Y en ese orden de idea, hemos encontrado que la etnobotánica juega un papel importante en el cuidado y manejo del cabello afro natural, pues desde tiempos inmemoriales las mujeres negras en las zonas rurales, han utilizado, plantas y cortezas de árboles como productos estéticos y cosméticos para lavar, acondicionar, humectar y peinar el cabello afro natural.
Son muchos los productos que se utilizan en este caso pero bástenos mencionar grosso modo, plantas como la disciplina, la escoba babosa o escobilla, la sábila, la hierba buena, la ruda, el mate, la corteza del guásimo; unas usadas para lavar y acondicionar; otras para masajes capilares y otras más reputadas como buenas para estimular el crecimiento del cabello como la otova.

Es tal el interés por develar los secretos de las hermosas y caprichosas formas que muchas mujeres y hombres de todas las etnias lucen hoy en sus cabezas, que el tema ya forma parte de tesis de grado y propuestas de artistas plásticos de prestigiosas universidades.
Se han realizado algunos trabajos como el caso de “Ruta de tropas” del colectivo de Costa a Costa en asocio con la ASOCIACIÓN DE MUJERES AFROCOLOMBIANAS-AMAFROCOL, o la documentación visual denominada “Quieto Pelo” que viene realizando la artista plástica Liliana Angulo bajo los auspicios del Banco de la República.

Más recientemente, conocimos la experiencia de la estudiante de diseño industrial de la Universidad del Cauca, Farid Yurnet Ortiz, quien a partir de los peinados afro, ha diseñado una exitosa y novedosa propuesta textil, para elaborar
turbantes, chales, brazaletes; boslsoa y accesorios en general partiendo de diseños con base en las trenzas, lo que se conoce como fractales africanos.

Es imperativo entonces, abordar de una manera más profunda la investigación acerca de la conservación de la tradición del arte del trenzado en nuestras comunidades negras, afrocolombianas raizales y palenqueras, conocer los significados de algunos peinados; establecer paralelos con lo que sucede en África, en donde en ocasiones, cuando se presiente la fecha y hora de la muerte, algunas mujeres se mandan a hacer su peinado favorito.

Es necesario proporcionar a las nuevas generaciones, los elementos históricos, culturales y cosméticos les permitan resistir a la aculturación, y satisfacer las exigencias estéticas desde su propia belleza como mujeres y hombres negros más aún, cuando en la actualidad, muchas mujeres negras han tomado la decisión de dejar las dañinas cremas alisadoras, las artificiales extensiones, y los tortuosos procedimientos de alisados para retornar a su cabello afro natural y reafirmarse como mujeres hermosamente negras o “negramente hermosas” como lo denomino yo, desde nuestra propia estética.

En ese sentido, continúa mi investigación que requiere de un equipo interdisciplinario de profesionales en artes visuales y ciencias sociales (fotógraf@s, diseñador@s gráfic@s, comunicador@s sociales, artistas plástic@, sociólog@s, antropólog@s, historiador@s) peinadoras e ingenieros ambientales, y en fin etnoeducadoras interesadas en el tema.


Para ello, he trazado una ruta que va desde el Chocó, en poblaciones como Quibdó, Istmina, Andagoya, Nóvita y Condoto; pasando por Buenaventura, Quinamayó y Robles, Consejo comunitario Bocas del palo , en el Valle; Villa Rica, Puerto Tejada y Guachené en el Cauca; Tumaco y Barbacoas en Nariño, San Andrés y Providencia, para terminar en San Basilio de Palenque cerca de Cartagena, el último reducto de auténticos descendientes de africanos y primer pueblo libre de América y donde los peinados tienen una significación especial ya que, gracias a los “mapas de fuga” diseñados en las cabezas de algunas mujeres y niñas, los cimarrones y cimarronas pudieron escaparse y conformar lo que ellos llaman hoy un pedacito de África en Colombia, declarado como patrimonio histórico de la humanidad.
Conviene además, para el propósito que me motiva hacer un recorrido por el África, especialmente Nigeria, país en el cual el fotógrafo Okay Ojeikere, ha dedicado su vidad a inmortalizar.